Si
bien las lámparas de bajo consumo (LFC) tienen la ventaja de ahorrar
energía y ser así buenas para el medio ambiente, son peligrosas para el
ámbito de la salud al romperse, como también para el entorno cuando
llega el momento de su desuso y se tiran a la basura. Lo mismo ocurre
con los tubos fluorescentes convencionales.
Las
LFC contienen hasta 5 miligramos de mercurio por lámpara y los tubos
fluorescentes entre 20-25 miligramos por lámpara. Lo que significa que
al acabar su utilidad, deberían ser consideradas residuos peligrosos.
Generalmente, esta información no es advertida en los envases de las lámparas.
El
envenenamiento por mercurio puede causar náusea, vómitos, diarrea,
debilidad, dolor de cabeza, aumento de la tensión arterial, erupciones
en la piel, sabor metálico en boca y dificultad para respirar.
Se
han hecho estudios sobre la descarga que realiza el mercurio al
romperse una lámpara de bajo consumo, donde se señala lo siguiente:
–
Al romperse una lámpara de bajo consumo se escapa vapor de mercurio,
que al liberarse, supera los niveles de exposición seguros.
–
Al romperse una lámpara fluorescente compacta con mercurio, libera
vapor de de éste y se expone en contacto con el aire durante semanas y
meses, y su cantidad en una habitación con mala ventilación pone en
peligro la salud humana.
–
Al examinar el mercurio que contenían 8 ampolletas de distintas marcas,
se reveló que el volumen de mercurio varía considerablemente entre unas
y otras.
–
Ya que fácilmente cualquier persona puede inhalar el mercurio en su
estado de vapor, se recomienda una buena ventilación y el deshecho
inmediato de LFC rotas.
– Es ideal ponerse guantes y mascarilla para no exponernos a los desechos tóxicos de estas lámparas.
–
También se pueden utilizar envases adecuados para disminuir el riesgo
de quebraduras de las lámparas y para así mismo retener el vapor antes
de ser hacer contacto con el aire.
Las
medidas señaladas son exclusivamente necesarias para cuidar la salud de
niños, ya que son mucho más vulnerables por el hecho de permanecer más
tiempo en el hogar.
Además,
cabe mencionar que los niños, al tener un cuerpo más pequeño y un
consumo proporcionalmente mayor de aire por medida de peso en
comparación con los adultos, resultan más expuestos a la inhalación de
vapor de mercurio y sus consecuencias.